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Hace poco más de veinte años estuve a punto de publicar estos poemas. En realidad se trataba de una selección mucho más amplia titulada “Canción para mis veinte años”, que obtuvo un premio en un ya desaparecido concurso nacional de poesía.
El mal nacional de las promesas incumplidas (que llevó a los organizadores de ese concurso a “olvidarse” de editar el libro), la falta de recursos propios y la necesidad de cumplir con las obligaciones de supervivencia hicieron que esos primeros versos quedaran guardados, como tantas cosas, en una vieja carpeta.
Hoy, por fin, he decidido editar algunos de ellos, junto a otros pocos escritos con posterioridad a 1991 (aunque ninguno integra dos recopilaciones posteriores, que también se mantienen inéditas).
¿Por qué someter ahora al ojo público este grupo de poemas un tanto cojitrancos, muchos de ellos muy, pero muy inocentes, escritos en una época que ya forma parte de la memoria?
Es cierto que el paso del tiempo me ha permitido apreciar las carencias de algunos de ellos, pero también es verdad que no ha mellado el cálido afecto que guardo por esos intentos literarios, ni los intensos recuerdos que me traen cada vez que los releo con un poco de benevolencia Vuelvo, entonces, a ser ese muchacho que tallaba versos como loco mañana, tarde y noche en la vieja máquina de escribir de mi madre, en un cuarto más desvencijado que sus expectativas de entonces.
De Canción para mis veinte años (1990-1991)
Poema
Si solo girara sobre
Mis manos
La certeza de un beso tuyo
O si solo pudiera
Escucharte
En mi sonrisa
Estaría cancelando
Ya mis deudas
Con los muertos
Con los versos
Que se han ido
Y si solo te sintiera
En mis pupilas
O si te hallara
Algún día
En una esquina
Dejaría de abrazar
A los intentos
Y de andar
-Tumbo tras tumbo-
Por el mundo de los ciegos.
Este soy yo
Aguador de pozos insondables
Flaca cadena de los presos
Un cuadro cósmico
Me fluye entre las venas
Y estampa en mi sangre
Una ansiedad latente
He lacerado mis pies
Sobre tizones
Crueles
Más continúo
En mi sendero
Cual árbol herido (estrofa completa – no separar)
Escúchame hermano
Somos amores de la tarde
Y no podemos
Adormecernos
A través
De frágiles sueños.
Si callo
Me acusarán de desidia
Si grito
De porfía
Si escribo
Me acusarán de indecente
Si guardo mis manos
De vago
Entonces
¿Qué hago?
Aparte de morirme
Lentamente?
David Blanco Bonilla