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Asociación de Prensa Extranjera en el Perú

Libro: Reflejo en el paisaje - Yoshii Yutaka

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Se puede apreciar 140 fotografías que muestran al Perú en la vida cotidiana, permitiéndonos acercarnos a realidades que no deben ser ajenas, sino integrar un todo diverso. Los textos nos permiten apreciar las vivencias del autor, a manera de bitácora, como si hubiésemos acompañado el viaje.

El libro consta de las secciones siguientes:

Yutaka Yoshii: Miradas de amor, tristeza y esperanza (Luis Millones)

Paisajes, reflejos y reflexiones del Perú (Yutaka Yoshii) *

 

Paisajes

  • El viento revolotea en el paisaje
  • El viento danza en las tinieblas de la noche
  • El presentimiento del alba oscila en el viento
  • Hay un presente donde no ocurre nada
  • Presiento ahora que algo habrá de ocurrir
  • El viento del pasado refleja el futuro
  • El viento danza en el paisaje

Paisajes de la infancia

  • El viento se sujeta del cuerpo de los niños
  • La mirada de los niños flota en el viento
  • El viento juega con el ansia vibrante de los niños que armoniza sus tristezas y alegrías
  • El paisaje se aproxima con su particular locuacidad
  • Los niños retiran su mirada en silencio

Paisajes de lo cotidiano

  • El mundo se encamina a su independencia
  • El caos envuelve al mundo
  • El viento sopla hacia el caos
  • Lo cotidiano compromete el tiempo y el espacio
  • Lo normal y la falsedad traicionan ese diario devenir
  • El viento supera lo cotidiano

Paisajes, reflejos y reflexiones del Perú (Yutaka Yoshii)

Páginas 18, 19, 20 y 21

En el desierto varias elevaciones llaman la atención. Son restos de tumbas de unos 700 años de antigüedad, o lo que queda de ellas luego de ser saqueadas. Aquí y allá, cráneos que han perdido la mandíbula inferior miran fijamente hacia la nada. Las miradas de las vacías cuencas de sus ojos parecen incluso intimidantes. Pero algo es inorgánico en esos cuerpos. Pedazos de cerámica están dispersos alrededor y trozos de tejidos cuya forma original no se ve, se enredan en sus ramas. Camino lentamente para evitar que la arena atrape mis pies, cuando siento un pequeño sonido bajo mis zapatos. De pronto comprendo que se trata del crujido de huesos humanos bajo la arena – huesos que se parten con mis pisadas -, y mis pies se tensan. Un pesado sentimiento de culpa me envuelve mientras avanzo entre las tumbas. El sonido seco de los huesos al quebrarse llega a mí como un coro de gritos que viene desde la insondable muerte.

Aún hoy ese recuerdo permanece en mi memoria, oculto, imborrable.

***

La carretera avanza por el desierto. El desierto forma altas colinas y el camino sigue sus altibajos.

La ciudad de Huaral se encuentra en la desembocadura del río Chancay, de lecho no tan ancho , a unos 90 km al norte de Lima siguiendo la línea costera. Es una zona agrícola de tierras muy fértiles, conocida por abastecer de verduras a la capital. Tuvo haciendas con más de cien años de historia, pero la reforma agraria del gobierno militar de Velasco de 1968 expropió las tierras y las entregó a los agricultores. Las tierras puestas bajo la administración de las cooperativas agrarias, sin embargo, fueron carcomidas por la mala burocracia; su gradual debilitamiento como sistema ocurrió, entonces, en coincidencia con la caída del gobierno militar.

Los inmigrantes japoneses que arribaron a Huaral, y sus descendientes de segunda y tercera generación desplegaron sus propias formas de administración, técnicas y perseverancia, ya sea en la hacienda o en la cooperativa agraria, y poco a poco lograron adquirir fuerza e independizarse como agricultores. Paralelamente, a solicitud del gobierno peruano, el Estado japonés ha brindado asistencia en la construcción de canales de riego, así como en obrar de otra índole, como el Centro Experimental Agrícola.

La función de esta última institución era ser el espacio en que se realizaran investigaciones y pruebas para el desarrollo de la agricultura. El 12 de julio de 1991, este centro fue blanco del ataque de Sendero Luminoso, una radical organización terrorista. Más de 40 personas fueron atacadas (y heridas) y tres expertos agrícolas destacados desde Japón fueron asesinados. Las instalaciones quedaron destruidas completamente.

El ataque al Centro Experimental Agrícola de Huaral causó gran conmoción en Japón y en los descendientes de japoneses en el Perú. Pero los agricultores de Huaral no cambiaron su vida habitual.

***

El Perú es un país donde uno aprende que la muerte está muy cerca de las personas, en su vida cotidiana.

Los medios de comunicación no tienen reparos en mostrar los cuerpos de las víctimas de accidentes de tránsito. En diversos diarios, puede verse fotos de sangre que brota de los cráneos, sangre seca y oscura que mancha de rojo el asfalto. Los cadáveres tendidos en la pista son tapados con periódicos. Muchas veces la prensa llega antes que la policía y las fotos tomadas se publican al día siguiente en primeras planas. Y en la noche, las pantallas de televisor muestran a los hogares el cuerpo aplastado de un hombre atrapado en el asiento del conductor.   Las noticias se multiplican. Una banda de asaltantes de banco es baleada y abatida por la policía, y sus cadáveres son subidos sin ningún cuidado a la tolva de la camioneta policial. Estudiantes de la Universidad de Waseda se aventuran río abajo pala explorar el Amazonas, pero olvidan las reglas básicas de las expediciones. Su espíritu curioso y aventurero les nubla el criterio para analizar la realidad. No comprenden las indicaciones de los militares vigilantes del río, y son golpeados y asesinados cruelmente.

“Como el ejército y la policía no se abastecen, ustedes deben protegerse a sí mismos de los terroristas”, parece decir el presidente y entrega personalmente armas a los pobladores. Y, así, muchos agricultores, pobladores e indígenas mueren en las rondas campesinas que conforman. Quedan solos muchas mujeres y niños. Numerosas personas pierden la vida a causa de los coches bomba. Y un número mayor aún de jóvenes militares mueres en la lucha contra Sendero y el MRTA. Naturalmente, muchos miembros de estas organizaciones terroristas también son jóvenes y también mueren.

Hay un motín en un penal para presos por terrorismo, interviene el ejército, dispara y mata a reos aún sin condena.

Entretanto, la imagen del presidente subiendo las escaleras mientras mira el cadáver destrozado de Cerpa se usa naturalmente como propaganda del Estado, y se emite una y otra vez.

Las fuertes lluvias causadas por el fenómeno de El Niño producen inundaciones en una ciudad del norte del Perú y arrasa el cementerio general. Ataúdes arrancados de los nichos, cadáveres y huesos inundan la ciudad. Luego de que el agua se va, la municipalidad excava una inmensa fosa en el cementerio, y entierra todos los restos juntos porque señala que no tienen identificación. La muerte – una muerte muy diferente a la de la guerra o a la del hambre - está allí, cercana, a la vista. Es una muerte que emite también un ruido seco.

En el Perú, hasta las huellas de una muerte antigua, de tiempos remotos, está cerca de la vida cotidiana.

***

Avanzo hacia el norte, por la vía asfaltada donde no hay autos que me adelantes ni autor que pueda yo adelantar.

El camino va entre el desierto de arena y el desierto de tierra. Se alzan altas colinas y la vía dibuja sus laderas y subidas. De pronto, el vehículo baja por un verde valle que se abre cual abanico y ahí está, frente al océano Pacífico, la ciudad de Chancay, mitad agrícola y mitad pesquera, bañada por el río del mismo nombre. La carretera Panamericana avanza y deja a la ciudad a su izquierda, al oeste. Al este se ve la rica franja agrícola de Huaral, con sus extensos canales de irrigación que aprovechan las aguas del río Chancay. Queda atrás la ciudad y continúan los campos cultivados. Las plantas de algodón muestran sus flores de tenue amarillo. Las flores de caléndula pintan el panorama de naranja intenso.

Las chacras están animadas con gran cantidad de gente que cosecha la papa.   Se puede ver sacos llenos aquí y allá. En la época de la cosecha, el dueño de la chacra pide ayuda a sus compañeros del pueblo. Para la gente del pueblo vecino a la ciudad costera, que no tiene terrenos ni un trabajo fijo, el dinero que obtiene ayudando a cosechar la papa es un ingreso valioso. Van a trabajar llevando consigo a sus hijos, quienes recogen las papas que caen de la cosecha y se las llevan sin complicaciones. Cerca al pueblo aumenta el tránsito: colectivos, camiones y taxis se hacen más frecuentes. Siguiendo la carretera, hay un desvío apenas distinguible. Al tomarlo, entro en una vía afirmada, sin asfaltar. Bajo la velocidad y avanzo levantando una nube de polvo. En seguida, aparece un cerro y al rodearlo llego a un pequeño pueblo. Es Pueblo Costa.

Cuando el polvo se disipa ante el parabrisas, surgen casas de diferentes materiales: esteras tejidas de caña, adobe, tablas, ladrillos. Veo niños pequeños jugando descalzos. Otros mayores han tendido una red que atraviesa la vía y juegan voleibol Es el bucólico paisaje habitual, donde las horas transcurren más lento, una vida de pobreza pero feliz. Me acerco y pregunto por la casa de mi amigo Ángel Paco Delgado.

Ángel Paco es el menor de una familia de huaquearos. Su casa se levanta a la mitad de la ladera de un cerro, como aferrándose a él. Ángel Paco sale a recibirme y nos saludamos por el reencuentro. Su esposa, Juana, que está embarazada, parece estar saludable.   También me da la bienvenida balanceando su gran vientre. Acostumbro venir varias veces al año a conversar con Ángel Paco y su familia de muchas cosas. Más aún porque unos años, cuando lo conocí por primera vez y escuché la historia de su vida y su trabajo, ello despertó un gran interés en mí.

Siempre me dice que quiere llevarme al sitio donde huaquean, pero no sé por qué siempre rechacé ese ofrecimiento.yutaka-yoshii-firma

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